«El ansia»
Y me dejaron encerrada en una casa de seis metros cuadrados por cuatro de alto. Las paredes tenían papel pintado con dibujos retro y destacaban el color naranja. No sabía qué estaba haciendo allí, no recordaba nada , no entendía nada.
Sobre mi cabeza entraba el sol a cierta hora del día y, aunque me agradaban aquellos rayos de sol, a los dos minutos huía de ellos pues, me quemaban la piel como aceite que hierve.
Antes de ponerse la luz y durante un corto momento se abría una puerta que traspase. Un baño completo con luz artificial, unas toallas bordadas, agua caliente, pasta de dientes, cepillo de pelo, un perfume agradable y música ambiental.
Una alarma suena insistentemente y sobresaltada salgo por donde entré. La puerta se cierra y desaparece la suite del baño.
De la nada aparece un plato con una cápsula roja y diminuta y sin entender qué hago, me la trago sin más.
Adelina y Jorges me estaban dando bofetadas a mansalva y, fuera de mi, comencé a darles manotazos a lo loco. Se sucedió la carrera y nos faltaban pies para correr. El señor Alejandro y dueño del cerezo se acercaba con una azada.
Un cubo tirado sobre la hierba y cuatro kilos de tan dulce manjar, esparcido y rulando cuesta abajo. Mientras corríamos no paraba de recibir improperios.
Al parecer, mis ansias desenfrenadas por seguir llenando el cubo con aquel fruto tan llamativo, unido al hambre que me comía, provocó que el cubo me cayese sobre la cabeza y desde tres metros de altura me caí por la gravedad y sin esquivar rama alguna mientras que los gritos se sucedieron, lo que provocó una serie de acontecimientos que terminaron malamente. Muy malamente y con un tercio de cabeza latente; sentía como si mi corazón hubiese cambiado de lugar.
Luego de encontrarnos a salvo bajo un pajar, la tropa reía pero yo, no dejaba de tener hambre. No me interesaban ni el corazón ni el cerebro. Tenía más hambre que dolor, por lo que para mí estaba muy claro que, por orden de importancia, sería el estómago quien se llevaría la palma.
Tengo tantas ansias por lo prohibido que no siento vergüenza por lo temido. Eso se llama, ‘problema’.
{María Preciosa Cabral Pérez}. Imágenes de Pinterest.


