“El cerebro”
En un rincón olvidado del jardín, donde las hojas crujían en tonos sepia, vivían dos inusuales amigos: un gusano llamado Torón y una lombriz conocida por Lila. Torón el gusano, era un experto en hacer túneles retorcidos e imperfectos, aunque su vida era todo, menos eso. Siempre se quejaba de la falta de emoción en su rutina diaria; no perdía la oportunidad de lanzar comentarios irónicos sobre lo monótono de ser un gusano.
Lila, por otro lado, era una lombriz de mentalidad abierta y corazón inquieto. Su personalidad retro, le confería un aire de misterio y encanto. A menudo se encontraba entre las raíces de los viejos árboles buscando fragmentos de historias enterradas.
Un día, cansado de la rutina, Torón decidió invitar a Lila a un intrépido viaje sobre tierra. Con su sarcasmo característico le dijo: “Lila, ¿te gustaría salir de este agujero existencial y explorar el verde mundo que nos rodea?».
Lila intrigada por la propuesta, aceptó con una risa medio alocada, y juntos, se lanzaron a la aventura. No fueron pocas las caídas, y charcos de barro que atravesaron. Mientras, intercambiaban comentarios ingeniosos sobre la extravagancia de las mariposas y la moda decadente de ciertas flores que simulaban estar marchitas.
A medida que avanzaban descubrieron un rincón olvidado, lleno de pulgones antiguos y reliquias de diminutas arañas. Torón y Lila exploraron el lugar, burlándose de las modas pasadas y de las rarezas que se olvidaron; esas que regresaban de nuevo, como algo novedoso…
Al final del día, regresaron a casa con el estómago vacío y la certeza de que la vida, te ofrece historias nuevas que sólo parecen sacarte de la rutina.
Entre risas sarcásticas y recuerdos más en marrón que en verde, Torón y Lila continuaron sus vidas en un mundo que parecía atrapado en el tiempo. Un tiempo bien corto. Un mundo por encima de sus costumbres; un mundo lleno de autopistas de peaje. Un mundo tan largo como ellos y tan pequeño como lo sería su corta vida.
Los depredadores suelen estar al acecho. Un cuervo se los comió sin sarcasmo, sin frivolidades, pero sí con mucho gusto, pues estaba en un mundo que le dotó de conocimientos e inteligencia a pesar de que sus víctimas estaban bajo tierra o entre las piedras. Hay momentos en que los graznan de manera insoportable cuando amanece o al atardecer. Parece que descansan. Pero no dejan de observarlo todo.
La inteligencia tiene que ver mucho con la comunicación. Los cuervos, cuando amanece se juntan para hacer una Asamblea y planificar el día. Por las noches hacen recuento de los errores y de los objetivos alcanzados. Es por eso por lo que son tan inteligentes y productivos. ¡Que bien me vendría en ocasiones el cerebro de un cuervo!

Imagen generada por ; DALLE-E
María Preciosa Cabral Pérez.



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