Con mis ojos.


«Con mis ojos»


En esta noche desnuda se presentó la luna:
Blanca, nítida, suelta, presumida ella,
con collares de plata, con pendientes de oro,
con una mirada extraviada, única y perdida.
Con ojos chicos y con su , nariz menuda,
con titubeos inocentes de aprendiz de camarero.
En la noche clara se presentó la luna cambiante,
buscando en un baúl oscuro, fastuoso y viejo,
un traje a su medida, nuevo, una excusa perfecta
para que el mundo la viese con una nueva simpleza.
Ahí está con su despertar lento y rítmicos latidos.
A toda presa se presenta hoy con la cintura prieta.
En esta noche desnuda estaba una luna en la fiesta.
Cuando quise darme cuenta vino la bruma del invierno,
que la metió en su saco, haciéndola de llorar sin remedio.
Esta lloró tanto que constipose hasta el suelo que hubiera.
Al día siguiente ella estaba en un solitario hospital;
yo tiritaba en mi cama dejando que la bruma entrara
por una rendija que hizo mientras que yo no miraba.
Y me metió en su saco, y me hizo un favor.
Me topé con la luna que sola no se vio temblando.
Luego, tiritásemos febriles las dos, cuando sea menester.
Y con la fuerza que se crece cuando no estas sólo,
rompimos aquel saco sucio dejando caer la escarcha.
Ahora es luna sin frío, luna que no titubea.
Nada de simples vestidos, sino con más arrogancia.
Hoy así la veo con mis ojos que se mudan escarlata.

María Preciosa Cabral Pérez