#insomnio

“Balú”

Balú se despertaba cada madrugada a las tres;  día tras día y mes tras mes. El cansancio que arrastraba la convertía en una ojera gigantesca. Balú se estaba convirtiendo en una noche cerrada, un caminante oscuro. Aquellos ojos de color miel,  que fueron un día tan espléndidos, dejaron de maravillar. Cada día que pasaba por ella,  la devoraba lentamente convirtiéndola en un espectro.

Balú odiaba a todo el colectivo médico, sin excepciones. No quería perder tiempo en consulta va y consulta viene. Ella vivía por y para el trabajo, pero terminó resultando que el trabajo se adueñó de su vida.

Seis meses más tarde su vida se repartió entre seis compañeros de teléfono o videoconferencias.

Balú decidió ponerse en manos de los médicos, finalmente,  para tratar su insomnio. De no ser por haberlo hecho a tiempo,  hoy ni siquiera el trabajo se pudiese haber repartido entre sus seis compañeros. Era ella la dueña de la empresa. Balú era la capitana del barco;  era el CEO de la empresa, la de las risas, la de las broncas, la de los chistes o los desaires , pero también la cariñosa.

Y de nuevo regresó para tomarse la vida como si fuera otra cosa…

Una tarde tomando café con su hija Laura, ésta le suelta sin más:

La importancia es:

una sombra, un deseo,

un capricho, una aventura.

Estimada a placer…,

que todo ser tiene.

El ego que se sostiene:

se agarra sin más razón,

que la que tú sustentas.

  • Se me acaba de ocurrir mamá. Por cierto:  tienes unos ojos preciosos, son como la miel, tienen el mismo color. Ahora vuelven a estar lindos.

Balú abraza a su hija y la besa sin parar mientras que su hija Laura le responde que deje de achucharla tanto que ya parece miel,  de pegajosa que es.

María Preciosa Cabral Pérez